Sucio Neón

 


La suciedad de la ciudad era más que notable y evidente por mucho que hubieran mejorado los transportes; aquellos coches eléctricos finalmente se quedaron entre personas ricas, las cuales los optimizaron para que finalmente volaran y fueran cargados de armas hasta arriba.

La ciudad bailaba entre la decadencia y el hilo que la sostenía. Los edificios se mezclaban y se retorcían sin apenas distinción salvo, como no, los de la gente más agraciada con sus blancos y grises puros y sus cristales a prueba de balas.

Sin embargo, el aspecto de la ciudad y sus carteles de neón desgastados era lo de menos ahora mismo, nos jugábamos nuestra supervivencia, nuestra vida, en esta sociedad donde el racismo no existía salvo para nosotres les metamorfes. La sociedad nos temía y la culpa no era nuestra.

En aquel sucio callejón estaba nuestro bar de confianza, sin carteles ni señalización, pues todo debía ser a escondidas como si fuéramos unes simples mafioses o narcos. Aquello era nuestro santuario.

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