La Caída
La Caída
Cayó.
Casi como un rayo de luz desde las nubes del cielo en las cuales se libraba la batalla. Era un simple soldado, une de muches de la parte de les Habitantes del Infierno, no era nadie, sólo un mandado bajo las órdenes del Príncipe Sabredragon que le despreciaba y no confiaba en él al haber sido antes parte de les enemigues, ni derecho a armadura tenía.
Sin embargo se lanzó como les demás a la batalla, sólo con su espada de una mano y, ahora, caía, caía tras haber sido empujado por une Habitante del Cielo, caía con fuerza en dirección a una de las columnas plagadas de lanzas apuntadas hacia el cielo cuyo destino era ser usadas contra sus enemigues, pero, por desgracia, ahora no sería así... Una a una aquellas lanzas atravesaron su torso entero hasta su cadera, por suerte fue rápido y no una lenta agonía.
Todavía no era consciente del daño, sin embargo sentía su vida escapar bajo un caliente reguero de sangre que se enfriaría tras unos minutos. Ni una palabra salió de sus labios, ni siquiera un quejido.
Por suerte, parte de aquelles combatientes le respetaban y creían en él a pesar de su lealtad a Sabredragon. Sacaron su moribundo cuerpo de aquella columna y lo llevaron junto a Lunae en las tierras de les dioses.
Lunae, antigua Diosa de la Luna y la Noche de Serildeminpaz, era la amada de Lucifer, el soldado con el que cargaron y, lo fue por muchos siglos.
Su corazón se encogió al verle y pidió que lo dejaran allí, a su cargo, tras eso, llamó a la Diosa de la Muerte para que le echara una mano a curar sus heridas, esta sólo puso una condición, una condición a ojos de les demás cruel, pero sólo él podía cumplirla.
Llegaría el día en que tendría que servir como Ángel de la Muerte.
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